Poema de los marginados

¿Ay pueblos del mundo, qué será de los marginados?
Que con ahínco aferran sus labios al silencio,
y demoran el abrazo por las calles,
y sólo en sueños las manos entrelazan,
y en ojos fríos musitan sus amores,
en ojos muertos que en temores encadenan,
deseos de caderas libres, deseos de muslos prohibidos,
deseo de efebos que a su pecho entregan,
rumor de espaldas amplias y espadas vivas;
deseo de doncellas que a su posesión ofrecen,
desbordantes colinas húmedas y largas cabelleras filenas.

Infinitos marginados que se ocultan,
como criaturas de la noche en las plazuelas,
detrás de las puertas, detrás de las camas,
dentro de los armarios y hasta debajo de la tierra,
debajo de cartas escritas con el sexo consumido,
debajo del alma, debajo del pensamiento.
Marginados que miran en las lejanías,
albores remotos que oscurecen en las puertas de los sueños,
y que marchitos de tales ardores,
languidecen la boca en podredumbre de secretos.
Albores inalcanzables como el preso que la libertad pretende,
como inútil cuervo ser halcón añora,
como el reloj retroceder las horas quisiera.

¡Ay, pueblos del mundo, inmensamente ignorantes!
Que no llevan clavos en las gargantas ni cosidos los labios,
¡Ay pueblos del mundo! ¿Qué será de los marginados del planeta?
¡Ay, pueblos del mundo! ¡¿Qué será de mí?!