miércoles, 18 de noviembre de 2009

Efebo

Jaques Louis David, Patroclo, 1780
Tú, joven y hermoso Eros,
bendito entre las naciones,
príncipe de Troya,
Adonis de todos los reinos de la Tierra,
bello Hilas portador
de la armadura de los héroes,
a ti dirijo mis cánticos
y elevo todas mis plegarias,
ya que como de Jacinto o Ganímedes,
de ti los dioses se enamoran,
y como a Narciso,
mujeres, muchachos y bestias
ofrecen para ti su virginidad.

Tú eres la escultura absoluta del David.
El cabello de tu cabeza ungida en aceite
es el manto que reviste la noche,
tus ojos son las estrellas
que guían a los marinos en los mares,
tus labios son el exquisito manjar
de los reyes de Babilonia,
tu pecho es el Vesubio que sepultó a las ciudades
de Pompeya y Herculano,
tu vientre es el campo de batalla donde Alejandro
conquistó al Imperio Persa,
tu sexo es la rosa de los vientos
que marca el quinto punto cardinal,
y tus piernas de piedra son las columnas de Hércules
que flanquean el estrecho de Gibraltar.

Tú, último resquicio del Mundo Antiguo,
Hijo de las ninfas y de los dioses,
Príncipe de Troya,
el mundo ofrece a ti sus cánticos
y eleva todas sus plegarias,
y yo simple mortal,
no puedo ofrecerte más que mi alma.

Monterrey, Nuevo León, Octubre 2006

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