lunes, 19 de abril de 2010

Neutra, protofeminista y enamorada de Lisi: sor Juana y la ruptura del orden obligatorio de sexo/género/deseo

sorjuanainesdelacruz

Una parte de la obra de sor Juana, quizá la más leída y celebrada, es marcadamente íntima. A diferencia de otros poetas de su tiempo, poco escribió que no estuviera ligado a muy concretas circunstancias, ya fueran ajenas o propias. Por un lado, muchos de sus versos constituyen una suerte de epistolario: cantan los cumpleaños de sus mecenas, la publicación de un libro de astronomía, la graduación de algún doctorando o la muerte del monarca. Por otro, se acercan también a una sincera confesión: declaran la osadía de tomar el estado conventual (que no ha de ser sino vitalicio), las travesía en busca del conocimiento, la condición de hija natural o las convulsas reacciones a los elogios en el extranjero. A esta poesía de la que hablo (compilada por Méndez Plancarte bajo el acertado título de Lírica personal), habría que agregar la elocuente Respuesta a Sor Filotea en la prosa y los parlamentos autobiográficos en el teatro. Ni cíclopes, ni peregrinos. La sor Juana de carne y hueso se cuela decididamente por todas partes.

Todo lo anterior no fuera de mayor interés si quien escribiera fuera un ser común y corriente. Pero no. Poco o nada hace falta que destaque la extraordinaria, misteriosa y cautivante personalidad de la monja. De hecho fue el estrafalario carácter de su vida el que la salvó del total olvido y desdén en los siglos XVIII y XIX, tan reticentes al barroco. Porque aunque los volúmenes de sus obras durante esos años se empolvaron, siempre hubo quien tuviera una que otra noticia (falsa o verdadera, lo mismo da) de la peculiar monja mexicana. Se habló, por ejemplo, de su precoz inteligencia, de sus cuatro mil libros o de su infortunado idilio con un caballero de la corte.

Ante semejante panorama, quienes ahora se ocupan o se han ocupado de sor Juana difícilmente pueden evadir las abruptas y riesgosas veredas de la biografía. Y para no desentonar, este trabajo se ocupa de un aspecto que atañe tanto a la vida como a la obra de la poetisa. Dicho aspecto, debo decir, ha sido y es (aunque ya no debiera) escabroso. Se trata de la ruptura que sor Juana, la mujer y la poetisa, significa respecto del orden de sexo/género/deseo. Tal afirmación puede sustentarse si nos detenemos un poco en tres de los problemas que los estudios sobre la monja siempre han afrontado: la neutralidad que asume frente a su sexo biológico, su protofeminismo innegable y su tan discutido enamoramiento de la condesa de Paredes, llamada poéticamente de varias maneras.

¿De qué hablo cuándo me refiero a la matriz sexo/género/deseo?[1] El sexo es biológico: se nace macho o hembra. El género es un conjunto de atributos variables y contextuales que, por ser macho o hembra, a cada individuo le corresponden: se deviene en hombre o en mujer. Finalmente, el deseo es el resultado de la combinación de las anteriores: se asume una heterosexualidad obligatoria. En general las sociedades occidentales, no se diga la novohispana del siglo XVII, han construido un modelo que orilla al individuo a ser coherente, es decir, a seguir una línea unívoca que pase, sin desviación alguna, por las tres categorías.[2] Obviamente no se puede esperar que todos y cada uno de los sujetos de una sociedad sigan al pie de la letra tan rígida consecución: muchos había que eran “discontinuos”. Creo que Sor Juana era uno de éstos. Ahora veamos por qué digo lo que digo.

¿Qué se esperaba de una mujer novohispana del siglo XVII? Es una pregunta complicada. Sin embargo podemos asegurar que fuera lo que fuese no coincidía del todo con las aspiraciones vitales de nuestra poetisa. La más alta entre estas aspiraciones era, sin duda, el conocimiento. Pero el saber era de exclusivo dominio masculino; de las mujeres más bien se esperaba que fuesen “tontas”.[3] Este obstáculo, nada insignificante, vaya que le dio a Sor Juana, desde muy temprano, dolores de cabeza. No quiero citar aquí las conocidísimas anécdotas de la Respuesta a Sor Filotea o las incluidas en la biografía de Calleja. Recuérdese tan sólo aquélla de la Respuesta… en la que Sor Juana nos narra los ruegos que hizo a su madre para que la vistiera de hombre con el fin de asistir a la Universidad en México.

Dice Antonio Alatorre sobre este punto: “Sor Juana tuvo el sueño de ser hombre. Sólo que, en este sueño, hombre no significaba individuo del sexo masculino, sino individuo del género homo sapiens”.[4] Es cierto. Juana Inés renegó del único puente que para ir del sexo al género se le ofrecía y decidió cruzar el río a nado. Un simple travestismo no iba a ser suficiente para acceder al tan anhelado conocimiento. El sexo biológico era definitivamente un problema y algo había que hacer al respecto. Y si no podía ser hombre, entonces tampoco iba a ser mujer. Así que optó por neutralizar simbólicamente su cuerpo por medio de la toma de hábitos. En un romance dice a un caballero del Perú, que le ha pedido que se torne varón:

sólo sé que aquí me vine [al convento]

porque, si es que soy mujer,

ninguno lo verifique. (48; 94-96)[5]

Le dice también, unos versos después:

y sólo sé que mi cuerpo,

sin que a uno u otro se incline,

es neutro, o abstracto, cuanto

sólo el alma deposite. (48; 105-108)

En la Respuesta… afirma la Décima Musa que si ingresó al convento fue porque “aunque conocía que tenía el estado cosas […] muchas repugnantes a mi genio, con todo, para la total negación que tenía al matrimonio, era lo menos desproporcionado y lo más decente que podía elegir en materia de la seguridad que deseaba de mi salvación” (las cursivas son mías).[6] Nótese que al clausurar su sexualidad, sor Juana queda, a pesar de todo, en una postura más cómoda desde la cual puede cumplir su objetivo de conocer. Y por otro lado, se desentiende del matrimonio, estado al que muy sintomáticamente le tiene “total negación”. Dentro de éste hubiera debido cumplir, entre otras cosas, con la función esencial que su sociedad le asignaba a la mujer: procrear (con todo lo que ello implica).

Aunque neutralizar su sexo fue necesario, tan sólo la eximía de nimios estorbos. Era neutra, no hombre. Y a sus superiores masculinos nunca les gustó (o les gustó sólo cuando convenía) que fuera una neutra tan provista de noticias. Por eso en el convento prosiguió por aquel espinoso camino del saber, a través del cual tuvo que abrirse paso a zarpazos. Con las exigencias genéricas que a las de su sexo se imponían la poetisa no estuvo nunca de acuerdo. Defendió siempre la idea, y con ello también a sí misma, de la igualdad del hombre y la mujer en tanto al entendimiento. Dice de la Duquesa de Aveyro:

claro honor de las mujeres,

de los hombres docto ultraje,

que probáis que no es el sexo

de la inteligencia parte. (37; 29-32)[7]

Y no sólo aseveró (y ella misma demostró) la idéntica capacidad de los sexos para conocer. También abogó por el derecho a las mujeres para emplear bien dicha capacidad. La Respuesta a sor Filotea, sobra decir, es una contundente muestra de ello.[8] Para resumir la transgresión que esta mujer supone para el estatuto del género en su tiempo, intercalo aquí unas acertadas palabras de Alatorre: “[sor Juana es] la pionera indiscutible (por lo menos en el mundo hispanohablante) del movimiento moderno de liberación femenina”.[9]

Hasta aquí hemos hablado del sexo y del género. Queda el deseo. Creo que a estas alturas, sería poco inteligente negar el particular afecto que la monja sintió hacia la virreina María Luisa Manrique de Lara, condesa de Paredes, marquesa de la Laguna, etcétera. De hecho, para decirlo sin rodeos, cito otra vez a Alatorre: “Yo no creo que sea descabellado ni dogmático decir que sor Juana ignoró el amor humano mientras vivía en ‘el siglo’; lo conoció cuando vivía en el claustro […] Será por esto, será por lo otro, pero sor Juana estaba enamorada de María Luisa”.[10] ¿Y cómo no iba a estarlo, siendo Lisi quien era? Esta Fénix americana sí tuvo par y fue su querida virreina. De esta relación son evidencia latente los versos amorosos de la jerónima. ¿Que hay un aparato retórico de amistades platónicas y relaciones señor-vasallo que los justifica? Sí ¿Que se valen de los tópicos petrarquistas para hablar de meras convenciones poéticas? Puede ser. Pero no podemos reducir la poesía amorosa de sor Juana a un catálogo de bonitos ejemplos de la retórica de su tiempo. Tal reducción nos obliga a desentendernos de la sinceridad que a ésta subyace. Y tal postura, creo yo, sería errónea. Sor Juana estuvo muy consciente de las emociones que la asaltaron a lo largo de sus años al lado de María Luisa. Los sentimientos que experimentó, colados por el implacable tamiz de su intelecto, los vertió en sus composiciones.

Tampoco se puede aseverar (sería anacrónico) que existió entre las mujeres una relación propiamente lésbica. Pero, si leemos los poemas a detalle, el deseo erótico (sublimado y a veces no tanto) de la monja para la virreina es difícil de ignorar.[11] Dicho deseo rompe con la heterosexualidad obligatoria que exige la inquebrantable línea de sexo/género/deseo. Y no es una ruptura como la que puede representar el amor entre dos hombres. Es un erotismo que además cuestiona el esquema falocéntrico. ¿Que una mujer necesita un hombre para todo en la vida, incluso para amar? Sor Juana dirá a su modo: es mentira.

De los versos que hablan de la relación que existió entre ambas mujeres, algunos más acalorados que otros, podría ofrecerse una amplia muestra.[12] Incluyo aquí unos pocos. Por ejemplo, me parecen singularmente bellos los siguientes:

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo. (19; 109-112)

Hay otros, como estos, más carnales y en términos mucho más sensitivos (las cursivas son mías):

y no yo, pobre de mí,

que ha tanto que no te veo,

que tengo, de tu carencia,

cuaresmados los deseos,

la voluntad traspasada,

ayuno el entendimiento,

mano sobre mano el gusto

y los ojos sin objeto. (27; 9-16)

Y si de poemas centrados en la carne hablamos, no hay más que hacer honorífica mención del romance 61 “Lámina sirva el cielo al retrato”. Es este el poema dedicado a Lísida más “subido de tono” que podemos encontrar en la poesía de sor Juana.

Mi intención no ha sido sino mostrar cómo, dentro de la matriz de sexo/género/deseo, la neutralización sexual de sor Juana, su protofeminismo y su enamoramiento de Lysi pueden verse, no aislados, sino como diferentes trasgresiones al mismo modelo. Aseverar una relación de tipo causal entre dichas transgresiones sería un error. Una no llevó a la otra. Se trata más bien de fenómenos complejos interrelacionados de formas múltiples. Desde una visión un tanto más crítica, sería también un error afirmar que sor Juana buscó inmiscuirse en el terreno de lo masculino. Habría que precisar un poco más. Lo que buscó fue adentrarse en lugares (ni masculinos ni femeninos) a los que su propia individualidad de ser humano excepcional la llamaba. Que los sujetos nacidos varones tuvieran reservados estos lugares, mediante diversos métodos, sólo para ellos mismos es otra cosa.


[1] Me fue de gran ayuda el ensayo de Judith BUTLER, “Sujetos de sexo/género/deseo”, en Feminismos literarios, pp. 25-76

[2] Por supuesto, el tema no es tan sencillo. Baste para nuestros fines, sin embargo, lo hasta aquí expuesto.

[3] Yo agregaría aquí que también se esperaba que las mujeres fuesen bellas. Pero a Sor Juana parece que no le costó satisfacer esta segunda exigencia.

[4] Antonio ALATORRE, “Sor Juana y los hombres”, en Debate Feminista, pp. 348

[5] Extraigo todos los versos que aquí cito del primer volumen de las Obras completas, en la edición de Antonio Alatorre. Entre paréntesis señalo primero el número de la composición y después de un punto y coma, el número de los versos.

[6] Respuesta a Sor Filotea, en Obras completas, IV. Comedias, sainetes y prosa, líneas 268-274.

[7] En su edición del primer tomo de las Obras completas, Plancarte consigna en las notas unos versos de Calderón muy similares. Pero hay una diferencia sustancial entre éstos y aquéllos. La cuarteta aquí citada la esgrime una mujer con su propia voz, no un hombre.

[8] No olvidemos las célebres redondillas “Hombres necios que  acusáis”, que aunque no versan sobre estos puntos, son una denuncia de la desventaja que tienen las mujeres en sus relaciones con los hombres.

[9] Antonio ALATORRE, op. cit., p. 338.

[10] Antonio ALATORRE, “María Luisa y Sor Juana”, en Periódico de Poesía, p. 25.

[11] Jamás podría asegurarse la consumación de tal deseo. La relación de la que hablamos fue plenamente casta.

[12] En su artículo arriba citado, “María Luis y sor Juana” da Alatorre numerosos ejemplos.

 

BIBLIOGRAFÍA

ALATORRE, Antonio, “Sor Juana y los hombres”, en Debate Feminista, Epiqueya, México, núm. 5, 1994, pp. 329-349; “María Luisa y sor Juana”, en Periódico de Poesía, UNAM-CONACULTA-INBA, México, núm. 2, 2001, pp. 8-37.

BUTLER, Judith, “Sujetos de sexo/género/deseo”, en Feminismos literarios, comp. de textos y bibliografía de Neus CARBONEL y Meri TORRAS, Arco/Libros, Madrid, 1999 (Biblioteca Philologica. Serie lecturas), pp. 25-76

CRUZ, sor Juana Inés de la, Obras completas, I. Lírica personal, ed. de Antonio Alatorre, FCE, México, 2009; Obras completas, I. Lírica personal, ed. de Alfonso Méndez Plancarte, FCE, México, 2004; Obras completas, IV. Comedias, sainetes y prosa, ed. de Alberto G. Salceda, FCE, México, 2004.

3 comentarios:

Adam Vázquez dijo...

Me llama la atención justo esta parte de tu post

"¿Que hay un aparato retórico de amistades platónicas y relaciones señor-vasallo que los justifica? Sí ¿Que se valen de los tópicos petrarquistas para hablar de meras convenciones poéticas? Puede ser. Pero no podemos reducir la poesía amorosa de sor Juana a un catálogo de bonitos ejemplos de la retórica de su tiempo. Tal reducción nos obliga a desentendernos de la sinceridad que a ésta subyace. Y tal postura, creo yo, sería errónea. Sor Juana estuvo muy consciente de las emociones que la asaltaron a lo largo de sus años al lado de María Luisa. Los sentimientos que experimentó, colados por el implacable tamiz de su intelecto, los vertió en sus composiciones."

La sinceridad que la subyace. Para empezar la construcción d ela frase me parece un poco forzada pero bueno no es la forma sino la idea. ¿Cuál sinceridad Jorge? ¿Cómo se le hace para ver la sinceridad en un texto? ¿La sinceridad es un valor de la poesía? Creéme que yo tengo los versos más sinceros escritos a mi trece años hacia una tal Alessa y por más sinceros que sean, eso no los salva de ser espantosos.Es tu opinión querido amigo, aquéllo de la sinceridad.

Los sentimientos, que si Sor Juana se dio cuneta de ellos, de su enamoramiento. No Jorge, no lo sabes tú ni nadie, es algo que puedes querer leer y las pruebas que das de la poesía de sor juana no son suficientes, o no me lo parecen. ¿Alguien ignoraba acaso que Sor Juana era la autora de lso versos? ¿Estaban concientes de su posición de mujer? Claro que lo estaban, y también Sor Juana y parece que eso se te olvida. ¿Cómo iba a cantarle a su concoida, a su amiga , a su mecenas, como un hombre si sabían ambas que eran mujeres? Pero Sor Juana más inteligente para sortear esos inconvenientes dice justo lo que tu citas

Ser mujer, ni estar ausente,

no es de amarte impedimento,

pues sabes tú que las almas

distancia ignoran y sexo.

Tópico de la amistad refuncionalizado para hacer valedera su poema ante su mecenas. ¿Por qué nadie duda de los poemas de Herrera, porque se inscribe en el paradigma? Si claro Sor Juana desde que es mujer no se inscribe en el paradigma pero no por ello rompe todo el tiempo con él. En fin, sabemos que esto puede ser una discusión bizantina. No puedo sin embargo, dejar de reconocer (jaja dejar de reconocer suena gracioso) que Sor Juana si anhelaba una parte de lo masculino, esa es el conocimiento, pero no creo que vaya más allá. Podemos sin mebargo llegar a un punto de acuerdo, ¿qué nunca hgan querido muchísimo a un amigo? tal vez solo sea eso. No se Jorge, tal vez tu ya lo dijiste y no lo entiendo porque todo lo que escribes me parece encontrase bajo el punto de vista homosexual. Enf in ten bune dia jajaja te veré en Volkow.

David Galicia dijo...

No puedo dejar de estar de acuerdo con Adam, la sinceridad no se puede leer en el texto, pero también debemos tener muy presente que el poeta no simplemente junta un par de hipérbatos, tres oximoros, dos metonimías, una metáfora, los mete dentro de un tópico y los pone en la forma métrica que usted prefiera; no, es obvio que el poeta ofrece sus pensamientos y sentimientos en el poema, sea en mayor o menor grado: los poemas no salen de la nada. Pero también es evidente que tiene que ceñirse a una poética ya impuesta, como es el caso de sor Juana. ¿Cómo se refleja su personalidad, su particularidad que hace que nos interesmos en ella, en esa poética?, es la pregunta que creo que debemos hacernos, no es sólo ver el cascarón o interpretar con una mirada que quiere hacer al poeta un visionario fuera de su tiempo, como algunas han querido hacer con sor Juana al convertirla en una luchadora feminista, o bien a Góngora en un anarquista que por no poder poner bombas en la carroza del conde-duque de Olivares, escribe las Soledades.
En cuanto a lo enamorada que refuta Adam, yo estoy de acuerdo con la propuesta de Jorge, no es simplemente la amistad que hay entre dos mejores, es evidente que había un impulso sexual de una parte hacia la otra. Creo que éste es uno de los puntos fuertes de tu propuesta, Jorge, y que podrías desarrollar más si te apetece publicar en Acta poética; muchos de los otros planteamientos creo que son discutibles, pero, después de todo, todos tenemos nuestras preferencias al hacer análisis. Un saludo.

David Galicia dijo...

Sólo añadiré algunas cuestiones formales a tu un poco confusa bibliografía: si Debate feminista es una revista es necesario especificar "en", simplemente se pone coma después del título del artículo, de ser éste el caso creo también innecesario especificar Epiqueya y México, así como el núm. que me parece sobra. Creo que debiste hacer otra entrada abajo y ponerle _____ al principio para ahorrarte repetir el nombre del autor, en vez de poner punto y coma después del primer artículo, asimismo creo que es inútil especificar los publicadores de Periodico de Poesía. En cuanto al libro de Butler, también creo de más señalar la colección del libro. Por último, mi querido amigo, ¿no recuerdas que el año que se debe indicar en la bibliografía no es el de la última reimpresión sino el de la edición?
Disculpa si he sido demasiado quisquilloso, pero ya me conoces.

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